Decimos que un estudiante está siendo intimidado cuando otro
estudiante o grupo de estudiantes: dice cosas mezquinas o desagradables, se ríe
de él o ella o le llama por nombres molestos o hirientes. Le ignora completamente,
le excluye de su grupo de amigos o le retira de actividades a propósito.
Golpea, patea y empuja, o le amenaza. Cuenta mentiras o falsos rumores sobre él
o ella, le envía notas hirientes y trata de convencer a los demás para que no se
relacionen con él o ella. Y cosas como esas. Estas cosas ocurren frecuentemente
y es difícil para el estudiante que está siendo intimidado defenderse por sí
mismo. También es bullying cuando un estudiante está siendo molestado
repetidamente de forma negativa y dañina. Pero no lo podemos llamar bullying
cuando alguien se mete con otro de forma amistosa o como en un juego. Tampoco
es bullying cuando dos estudiantes de la misma fuerza discuten o pelean.
En un reciente trabajo Ortega y MoraMerchán (2008), subrayan
que el abuso de poder, el hostigamiento, la intimidación y los injustos malos
tratos verbales, físicos o relacionales, así como la exclusión social y los
rumores dañinos, no son un comportamiento puntual ni una respuesta esporádica,
sino una secuencia de acciones repetidas entre unos protagonistas, agresor/es y
víctima, cuya relación persiste en el tiempo y desarrolla una determinada y
conocida dinámica. No se trata de un ataque simple, ni de una pelea, sino de un
proceso de desigual equilibrio en el igualitario y recíproco equilibrio de
relaciones interpersonales esperables entre los que tienen un estatus social
homólogo.
Maite Garaigordobil, José Antonio Oñederra. Un análisis del
acoso escolar desde una perspectiva de género y grupo. Universidad del País
Vasco. 2009.
Archivo completo: http://web.ebscohost.com/ehost/pdfviewer/pdfviewer?sid=abc1d24c-b124-4c8b-b8f5-63e99acaf9a6%40sessionmgr12&vid=10&hid=13
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