Es bien sabido desde el punto de vista del desarrollo
humano, la trascendencia de los llamados “períodos críticos” o estadios del desarrollo
evolutivo del sujeto en formación, en los que cobra crucial importancia la
resolución de determinadas tareas y desafíos.
Con mucha dificultad habrá desarrollo y bienestar si en las
primeras etapas de la vida tuvo lugar un impase o handicap, por no decir
trauma, con lo que no sólo la tarea queda pendiente, sino que el camino y la posibilidad
de seguir el rumbo que lleva al crecimiento, al encuentro consigo mismo, al
desarrollo de auténticas posibilidades y sueños, queda truncado.
La adolescencia es un período crítico y “una segunda
oportunidad”, como bien fue dicho por Anna Freud (Blos, 1981). Esta fase de
profunda remoción interior, de dolorosa pero saludable ruptura con el pasado
(Freud, 1894), es el ensayo para el ingreso en el mundo adulto.
Para el adolescente, es imprescindible la ruptura con los
padres y el apego y encuentro con sus iguales. Dicen Aberastury y Knobel
(1986), hablando de las relaciones entre iguales en la adolescencia, “todos se identifican
con cada uno”.
En este punto estriba la importancia de trabajar en la
comprensión de este tipo de agresión que es el maltrato o rechazo entre escolares.
Ha sido constatado que la experiencia de haber sido víctima de maltrato escolar
deja huellas, heridas y dolor que impiden disfrutar de relaciones sociales
seguras, confiadas y tener confianza en sí mismo.
En la literatura sobre el maltrato entre iguales se señala
que la experiencia de maltrato no sólo tiene efectos clínicos inmediatos, como
depresión, ansiedad y ausentismo escolar (Craig & Pepler, 2003), sino que también
repercute en la vida adulta.
María Eugenia Reátiga. Los recuerdos del maltrato entre compañeros
en la vida escolar. Universidad del Norte. Barranquilla, Colombia. 2009. Pág.
132 – 147.
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