El incremento paulatino de actos agresivos entre niños y
adolescentes se ha constituido en uno de los focos más importantes de malestar en
las instituciones escolares, tanto en el continente americano como en el
europeo (Debarbieux, 2004). Tales comportamientos aparecen en el centro del
motivo de consulta de un porcentaje importante de los padres que solicitan
atención profesional para sus hijos en centros públicos o privados, y son,
igualmente, tema de preocupación de las entidades gubernamentales en los distintos
países. Infortunadamente, esta
problemática no sólo ha ido en aumento, sino que cada vez sus actores son más
jóvenes (Dumas, 2000). Tradicionalmente, las ciencias del hombre se han
dedicado a su estudio desde una perspectiva histórica, sociológica y
antropológica en el marco de la violencia y el uso del poder y la fuerza de
unos grupos con respecto a otros. Desde hace algunos años, se reconoce la
importancia de aproximarse a la dimensión subjetiva implicada en esta problemática,
es decir, desde un punto de vista psicológico, en el contexto del lazo social
que constituye el sujeto (Askofaré & Sauret, 2002).
Se ha buscado identificar elementos del entorno escolar que
serían determinantes en la producción de este tipo de comportamientos y, en
este sentido, Hughes, Cavell, Meehan, Zang y Collie (2005), a partir de un enfoque
ecológico, mostraron las relaciones entre el grado de adversidad del contexto
escolar y la eficacia del tipo de intervención propuesta a niños de segundo y
tercer grado que presentaban agresividad.
En esta línea de ideas, muy tempranamente los investigadores
se interesaron por los efectos del modelo pedagógico (Diatkine, 1985), o del modelo
educativo en el seno familiar.
Ana Claudia Delgado. Acciones agresivas en el medio escolar:
sentido subjetivo. Universidad del Valle. Cali, Colombia. 2010.
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